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Ex-Presidente de Honduras Juan Orlando Hernández Condenado a 45 Años por Tráfico de Cocaína


Honduras

26/6/2024


En un fallo histórico, Juan Orlando Hernández, el ex Presidente de Honduras, fue sentenciado a 45 años de prisión por su participación en la organización del tránsito de grandes cantidades de cocaína hacia los Estados Unidos. Esta condena marca un momento significativo en la lucha contra el narcotráfico y la corrupción en Centroamérica, demostrando el alcance de la justicia estadounidense incluso contra figuras políticas poderosas.


Hernández, quien fue Presidente de Honduras desde 2014 hasta principios de 2022, fue declarado culpable en marzo por un tribunal federal de los Estados Unidos en Manhattan. El tribunal concluyó que él estaba en el centro de una conspiración armada que facilitaba el transporte de más de 400 toneladas de cocaína a través de Honduras hacia los EE. UU.

Durante el juicio, los fiscales presentaron pruebas contundentes, incluyendo las fanfarronadas de Hernández sobre sus planes de "meter drogas directamente en las narices de los gringos". Estas afirmaciones fueron respaldadas por registros financieros sustanciales que mostraban que Hernández recibió millones de dólares en sobornos de alianzas con notorias redes de narcotráfico, como el cartel de Sinaloa en México, utilizando los fondos para impulsar su campaña política.


A pesar de su condena, Hernández continúa manteniendo su inocencia, afirmando que las medidas antinarcóticos de su administración son prueba de su no implicación. Sin embargo, el Fiscal General de los Estados Unidos, Merrick Garland, destacó en una declaración que Hernández había abusado de sus poderes presidenciales para ayudar en una de las conspiraciones de drogas más significativas y violentas a nivel mundial, impactando tanto a ciudadanos hondureños como estadounidenses.


"El departamento de justicia hará responsable a todos los que participen en el tráfico de drogas violento, sin importar cuán poderosos sean o qué posición ocupen", enfatizó Garland.


La condena de Hernández es sin precedentes no solo por su rapidez, sino también porque coincide con los esfuerzos continuos por responsabilizar a otras figuras poderosas. Casos como el del exministro de seguridad de México, Genaro García Luna, que aún espera sentencia por delitos similares, subrayan la creciente presión sobre los funcionarios latinoamericanos vinculados al tráfico de drogas.


Expertos locales, como Julio Raudales de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, ven la condena de Hernández, que ocurrió simbólicamente en el Día Internacional contra el Abuso y el Tráfico Ilícito de Drogas, como una advertencia crítica para otros líderes de la región. Señala una tolerancia cero hacia figuras políticas que se involucren o faciliten el tráfico de drogas.


Durante su presidencia, Hernández adoptó políticas estrictas contra el crimen, lo que contribuyó a una notable disminución en las tasas de homicidio previamente alarmantes en Honduras. Sin embargo, la violencia y la extorsión relacionada con las pandillas siguen siendo problemas pervasivos. Su sucesora, la Presidenta Xiomara Castro, ha mirado hacia políticas modeladas después de las medidas severas contra el crimen de El Salvador para mitigar aún más la violencia.


El juicio reveló que las acciones de Hernández facilitaron directamente algunos de los envíos de drogas más extensos de la historia. Transformó su alto cargo en un refugio para narcotraficantes, aprovechando la Policía Nacional y el ejército hondureño para proteger rutas lucrativas de cocaína, lo que llevó a una significativa violencia y corrupción.


El Departamento de Justicia de los EE. UU. y sus agentes de la Administración para el Control de Drogas (DEA) fueron fundamentales en el desmantelamiento de la operación de Hernández. La búsqueda implacable de la DEA contra los traficantes de drogas subraya el compromiso estadounidense para combatir los crímenes internacionales relacionados con las drogas.


Fiscales adjuntos de EE. UU. junto con varios abogados del juicio detallaron la vasta conspiración de Hernández, que incluía la protección de cargamentos de cocaína con fuerzas armadas y asegurando que los traficantes que lo apoyaban permanecieran sin ser perturbados.


Mientras la condena de Hernández desmantela una red principal, también arroja luz sobre los desafíos en curso. Su hermano, Tony Hernández, junto con otros traficantes prominentes como Geovanny Fuentes Ramírez, ya habían sido condenados y sentenciados, con más co-conspiradores enfrentando acciones legales inminentes.


En la sala del tribunal, un desafiante Hernández, a través de un intérprete, declaró su inocencia, retratándose como un diligente luchador contra las drogas que trabajó estrechamente con las autoridades estadounidenses. Sin embargo, el juez P. Kevin Castel desacreditó estas afirmaciones, señalando el engaño de Hernández y el daño a gran escala causado por sus acciones.


La condena y la subsiguiente sentencia de 45 años de prisión de Hernández concluyen un capítulo notable en la lucha internacional contra el narcotráfico, ilustrando que ningún nivel de poder político puede salvaguardar contra la justicia.

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